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ChilePodcast


Aug 2, 2015

Había una vez una ostra muy triste, porque se le perdió su perla. Ella le contó su pena
al pulpo. El pulpo se lo contó a una sardina, la sardina se lo contó a un cangrejo y el
cangrejo se lo contó a un ratón que andaba merodeando por la playa.
–Pobre ostra –dijo el ratón–, es preciso encontrar algo que pueda sustituir a la perla
que ha perdido.
El cangrejo agregó:
–Tiene que ser algo blanco, pequeño, duro y brillante. Con esas indicaciones, el ratón
comenzó a buscar.
Lo primero que encontró fue un botón que era blanco, brillante y pequeño, pero no
era duro, ya que lo podía roer con facilidad con sus dientecillos.
Siguió buscando y encontró una piedrecilla blanca, pequeña y dura, pero no era
brillante.
Luego encontró una moneda de plata dura y brillante, pero no era pequeña.
De repente, el ratón se metió a una casa donde vivía un niño al que acababa de
caérsele un diente de leche. El niño lo había dejado en el velador. El ratón lo vio y
comprobó que era blanco, pequeño, duro y brillante.
–Esto servirá –dijo el ratón–. Sacó el diente del niño y a cambio le dejó una moneda
de plata.
Cuando llegó donde la ostra, esta se puso muy contenta, pues el diente de leche era
igual que su perla perdida.
Por eso, desde entonces, cuando a un niño se le cae un diente de leche, lo pone
debajo de la almohada y por la noche un ratón, al que le gusta hacer travesuras, se lo
lleva y le deja a cambio un regalo, aunque no siempre es una moneda de plata.
Y el ratón lleva el diente a la playa, se lo da al cangrejo para que se lo dé a una sardina,
para que se lo dé a un pulpo para que se lo lleve a una ostra que ha perdido su perla.
Escucha atentamente el siguiente texto:
La historia de la ostra que perdió su perla