Feb 1, 2015
Había una
vez un cartero que trabajaba en un pueblo tan pequeño, que
casi no tenía cartas que repartir. Solo alguna para el
alcalde, otra para el médico o para algún
vecino que
tenía un hijo o hija viviendo en otra ciudad.
Un día llegó
al correo un paquete que el cartero debía repartir. Era raro,
nunca llegaban paquetes, solamente cartas. El cartero lo miró
por todos lados, lo tocó y lo
movió sin
conseguir adivinar lo que contenía.
El cartero
observó el lugar en que se escribe la dirección, pero en vez
de eso decía: “Para la persona más inteligente del
pueblo”.
El cartero,
cada vez más extrañado, no salía de su asombro. Nunca había
visto una carta tan rara. ¿A quién debía entregar aquel
paquete? ¿Quién era la persona
más
inteligente del pueblo?
Para
solucionar este misterio se le ocurrió inventar un juego: la
persona que fuera capaz de subir al monte más alto de los
alrededores sería el dueño del paquete misterioso. Por
supuesto, él también debía subir al monte, ya que era
el encargado de entregar el premio a la persona que resultara
ganadora.
Todos los
habitantes del lugar partieron dispuestos a llegar hasta la
punta del monte más alto. El cartero esperó un tiempo, tomó su
bicicleta y comenzó a subir. Cuando llegó a lo más alto del
monte, no había nadie. Miró hacia todos lados, tomó el
paquete
y lo abrió.
Dentro había un libro, pero no era un libro común y corriente,
sino un libro completamente en blanco.
En la primera página decía: “Como soy la persona más inteligente del pueblo puedo escribir en este libro mis ideas”.
Y el
cartero lo primero que escribió fue: “No es necesario subir al
monte a pie,
cuando se
puede subir en bicicleta”.
Y se fue a
casa pensando que más tarde escribiría más cosas. Cuento
popular.